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LOS CÓMICS Y YO

Mi relación con los cómics comenzó a una edad muy temprana y durante mi vida a veces ha sido una relación de amor y otras de odio, pero nunca de indiferencia. Siempre he sentido su dulce y placentera atracción. Para mi hay pocas cosas comparables al gusto de leer un buen cómic, sentado tranquilamente, e incluso acompañado de fondo por tu música favorita. Los cómics unen en un solo arte la fuerza de las imágenes, comparándolo con una película, y la magia de las palabras, comparándolo con un libro. De esta magnífica fusión nace el que es conocido como "noveno arte".

Desde que tengo uso de razón, recuerdo que prefería antes un Mortadelo que La Caperucita Roja, por poner un ejemplo, y que aprendí a leer prácticamente gracias a los Mortadelos, más que con cualquier libro de texto. Definitivamente, el maestro Ibáñez y sobre todo su Mortadelo y Filemón fueron decisivos en mi vida, tanto para aprender a leer como para descubrir mi vocación de dibujar. Esto que estoy contando ocurrió cuando apenas contaba con 4 años. A mi padre también le gustaban los cómics, en cierto modo, pero de manera ocasional. De vez en cuando compraba un Mortadelo o algún cómic ambientado en el Oeste, que a él le encanta, como el Coyote y novelas gráficas que por aquel tiempo estaban de moda. Cuando yo ya aprendí a leer, recuerdo que me empezó comprando cómics de series de dibujos animados que por entonces estaban en su apogeo y que hoy en día son auténticos clásicos, como Willy Fogg, Los Tres Mosqueperros, El Inspector Gadget, Ulíses XXI, Erase una vez el hombre... De hecho hoy en día todavía guardo varios ejemplares más o menos enteros y de vez en cuando me gusta ojearlos. También recuerdo que me solía comprar cada semana la mítica revista infantil Don Miki, repleta de cómics fantásticos protagonizados por los personajes de Disney, de los que tengo un gran recuerdo, y que también guardo varios ejemplares. Pero hay una revista que marca en mi un punto de inflexión a la hora de mi gusto por los cómics y mi posterior estilo de dibujo. Me refiero nada más y nada menos que a la desaparecida revista ¡GUAI!. Dejé, pues, de comprarme los Don Miki para comprarme esta fantástica revista semanal. Y así lo hice, desde el primer número hasta el último, que fue el doscientos y pico, no lo recuerdo en este momento. Fueron muchas semanas y varios años disfrutando de esta irrepetible y variadísima revista, que además del puro entretenimiento podías aprender con ella bastante cultura comiquera, al poder leer en una misma revista a los más grandes, desde Mortadelo, Astérix, Snoopy, Garfield, El Capitán Blueberry, Spirou, y otros no tan conocidos pero igualmente geniales como Sporty, Pafman, y muchos más. Gracias a esta revista descubrí otras publicaciones similares, como Yo y Yo (prácticamente un clon de ¡GUAI!, pero que por desgracia tuvo una corta vida) y la mítica y veterana TBO. Leyendo y leyendo, me entró el gusanillo y me dió por empezar a dibujar. Primero empecé copiando los personajes que me molaban, como Mortadelo y Filemón, Sporty, Pafman y demás. Luego empecé a crear mis propios personajes y mis propios cómics, todos muy cutres y sin mucho sentido, la verdad, pero ya tenía dentro el veneno. Poco a poco, según iba practicando y dibujando, iba mejorando en mi estilo un poco inclasificable. Además, me daba bastante ánimo que la gente que veía mis dibujos me decía que les gustaban y que dibujaba bastante bien. Otro punto de inflexión muy importante, aunque parezca una tontería, fueron los entrañables y magníficos muñecos G.I. Joe. Me resultaban absolutamente fascinantes. Todos tan articulados, tan detallados, con tantos complementos, tan manejables y tan molones. Mucho mejores que los Playmobil con los que solía jugar antes. Pues solía utilizar los G.I. Joe muchas veces como modelos, para aprender a dibujar la anatomía humana y personajes de una fisonomía más realista. Me fueron muy útiles, además de un excelente entretenimiento. Todavía los guardo con mucho cariño. Incluso inventé varios personajes basados en mis muñecos favoritos, no sólo de G.I. Joe, sino de otras marcas, como Los Caballeros del Zodíaco, Street Fighter, Resident Evil y otras más. Mi padre me solía comprar de vez en cuando cómics, no sólo de Mortadelo, también de superhéroes, como por ejemplo de Spiderman, X-Men y alguno más. La verdad es que aunque eran muy vistosos y espectaculares, como aún no entendía muy bien los intrincados argumentos me resultaban un poco espesos. Años después , con 13 años, más o menos, tuve una especie de iluminación creativa. No paraba de dibujar. Dibujaba en mis cuadernos de clase (lo que me costó varias broncas de mis padres y de mis profesores), dibujaba sobre cualquier tema que me molara (videojuegos, música, mis amigos...), lo mismo hacía dibujos sueltos que cómics. De hecho en el colegio había algunos chavales que me encargaban que les hiciera dibujos, sobre todo de una serie que empezaba a despuntar muy fuerte por entonces. Me refiero ni más ni menos que a Dragon Ball. Otra serie que fue decisiva para mi estilo de dibujar, sobre todo en lo atractivo de su grafismo, y a partir de entonces comencé a dibujar muchos y variados personajes, intentando copiar el atractivo estilo del gran Akira Toriyama.También recibí cierta influencia de otras serie destacadas del momento, como Campeones y Los Caballeros del Zodíaco. Al poco tiempo, descubrí la serie que cerraría mi triángulo particular de la Santa Trinidad. Estoy hablando sin ningún género de dudas de la mejor serie que se ha emitido jamás en ninguna televisión de este nuestro querido planeta Tierra: Los Simpson. Más que su desgarbado pero atractivo grafismo, lo que me atrajo irremediablemente fue su sentido del humor, tan distinto e inteligente. Así, empecé a dejar de lado en mis cómics las historias fáciles y un poco ñoñas, para imprimir a mis nuevas creaciones ese nuevo sentido del humor irreverente y lleno de mala leche. Por aquel entonces apareció una de mis revistas favoritas de siempre: Hobby Consolas. Me compré el primer número porque salía Bart Simpson en la portada, y me enamoró de tal manera que estuve varios años suscrito, y aún hoy me la sigo comprando, o al menos la ojeo cuando puedo. Pues esta revista siempre se ha caracterizado por promover muchísimos concursos, sobre todo relacionados con el dibujo y los videojuegos. Así, a cualquier concurso donde pidieran dibujar cualquier personaje de videojuegos o lo que fuera, allí iba yo ráudo y veloz a mandar mi dibujo o cómic, pero por desgracia nunca conseguí ganar nada. También participé en varios concursos de dibujo de mi colegio y de otros sitios, donde ahí si que tuve más suerte y conseguí ganar un par de ellos, aunque no eran de mucha importancia. Cuando dejé el instituto, empecé a aprender peluquería en una academia, y gracias a las propinillas que me iban dando, empecé a comprarme los cómics que me molaban con mi propio dinero. Un par de años después, aprovechando que estaba de baja por enfermedad, me decidí a participar en un concurso con un tono más serio y profesionalizado. El premio era que publicarían los trabajos de los ganadores en una revista perteneciente a los organizadores del mismo. Me lo curré a tope y, yo particularmente me sentía muy orgulloso de como me había quedado, pero no me eligieron ni para los preliminares. Aquello me sentó bastante mal y me sentí bastante frustrado, hasta tal punto que dejé bastante de lado lo de dibujar. No me sentía con ganas ni con ideas. Me seguía comprando mis cómics, con mi propio dinero, y me seguía encantando leerlos, descubrí cómics geniales como los de Fanhunter, Blacksad y muchos más, pero no sentía la llamada de la selva, de sentarme papel y lápiz en mano y ponerme a dibujar.Así me tiré dos o tres años, un poco perdido en el desierto, hasta que desde hace un año más o menos he descubierto en Internet un nuevo camino para poder hacerme oir, y sobre todo ver. Difundir mi obra y que la gente la vea, y si le gusta, pues mejor. Igual que en la música no todo es Operación Triunfo para llegar al éxito, en el cómic no todo son los concursos, donde dependes de un jurado que no representa para nada al público en general. Lo que realmente le interesa a un artista, sea del campo que sea, es la opinión del público, no de un jurado. Puedo decir con absoluta seguridad que he leido cómics que yo los dibujaría mucho mejor, como también he de reconocer que he leido cómics que me han alucinado por su dibujo y soy consciente de que me resultaría muy difícil llegar algún día a ese nivel. Lo que quiero decir es que podría estar perfectamente publicando mis propios cómics sin problema alguno. No me considero ni mejor ni peor que nadie, aunque reconozco mis limitaciones. Ahora me siento con ganas y fuerzas renovadas, con nuevas ideas más adultas y trabajadas pero sin perder el estilo de mis orígenes. He leido y estudiado mucho, desde cómics de diferentes estilos y géneros hasta libros sobre teoría del cómic, y me siento seguro de mi mismo. Ya vuelvo a divertirme dibujando. Dejo fluir mi genio sobre el papel. Al principio, cuando volví a dibujar después de la larga tregua me sentía como acartonado e incómodo, demasiado preocupado en que el dibujo quedara lo más perfecto posible, pero no me divertía haciéndolo. Ahora he vuelto a sentir la magia que recorre mi mano y mis dedos y que fluye por el lápiz, el boli, el rotulador o la herramienta que sea hasta el papel. Actualmente, sólo deseo comprarme un escáner y una buena tableta gráfica para empezar a crear y a promocionarme de una manera más profesional, y dejar volar todas las muchísimas ideas que tengo en mi cabeza y que se pelean encarnizadamente por salir.
Quisiera aprovechar y hacer una reivindicación sobre la falta de publicaciones del estilo de aquella ¡GUAI!. Actualmente lo más parecido que hay son las revistas Míster K y Dibus, que aunque tienen autores muy buenos, como David Ramírez y Monteys, colaborando en ellas, son diferentes al elenco de autores nacionales e internacionales de enorme prestigio que colaboraban en aquellas. No dudo de la calidad de las publicaciones ni de sus autores, reconozco y alabo su calidad, pero su filosofía es distinta. Igual que cambia la sociedad, pues cambian las filosofías de las nuevas publicaciones al ritmo que marca la vida y las modas. Otra revista muy interesante a destacar, a medio camino entre el tono para todos los públicos y la mala leche, es la revista Buenafuente, basada en el exitoso y genial programa presentado por el gran Andreu Buenafuente. Esta revista es una gran heredera de aquella llamada ¡Al Ataque!, basada igualmente en el programa del mismo nombre, conducido perfectamente por el maestro Alfonso Arús, y donde el propio Buenafuente comenzó, haciendo sus pinitos y colaborando en varios "sketches". Esta revista hacía un repaso de la actualidad en tono de humor, pero regado de bastante mala leche , que me encantaba. Desgraciadamente esta revista me fue prohibida su lectura, debido a sus situaciones y su lenguaje poco adecuados para mi edad de entonces. Pero si hablamos de revistas prohibidas para mi (aparte de la Interviú, y que hoy la leo como si leyera Blancanieves) y reina absoluta de la información sobre la actualidad repleta de toneladas de mala leche, nos debemos referir sin lugar a dudas a El Jueves, una revista genial, llena de autores y cómics a cual mejor, donde no se casan con nadie y se meten con absolutamente todo. Salvando las distancias, lo que M.A.D. es para los americanos, El Jueves es para los españoles. Actualmente es para mi una compra prácticamente obligada todas las semanas, porque es para mi un soplo de aire fresco dentro de la rutina diaria. Los cómics y autores que más me gustan de esta revista son Ortega y Pacheco, de Pedro Vera, Palmiro Capón, de Ladislao Kubala (¿ese es su verdadero nombre?) y todo lo que hacen Monteys y Fontdevilla, pero sobre todo la serie ¡Para ti, que eres jóven!, donde sacan todo su arsenal "friki". Y que yo recuerde no hay, por desgracia, más revistas de ese tipo en el mercado. Desconozco siquiera si aún sigue existiendo el mítico TBO o la Don Miki. A lo mejor las han cambiado tanto el formato que ya ni las reconozco. Je, je. Bueno, pues después de desahogarme con tanta parrafada, me despido. Hasta la próxima. Bye.

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