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POR PRIMERA VEZ DOS "POSTS" EN UNO, CON DOS REPORTAJES INTERESANTÍSIMOS SOBRE EL TEBEO ESPAÑOL


TRANSCRITO DEL DIARIO "LA RAZÓN"


IBÁÑEZ, UN UNIVERSO EN VIÑETAS



Antoni Guiral repasa la obra del dibujante en la primera monografía que se le dedica. Un libro donce analiza sus personajes más célebres. 

Están todos. No falta ninguno. Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos, Botones Sacarino, la familia Trapisonda... Pero también aparecen los otros, los que quedaron atrás, a veces olvidados, aunque, sin duda, muchos los recordarán todavía a pesar del tiempo transcurrido: Doña Pura y Doña Pera, Kinito, Godofredo y Pasqualino, el escudero Bartolo, el Doctor Esparadrapo y Don Adelfo. «Consideraba esencial recuperar esta obra breve. Me parecía muy importante, porque era donde él se sentía más libre. Sus chistes poseen mucha frescura. Algunas de esas series interrrumpidas son auténticas joyas. Ahí es donde puede encontrarse otra manera de cómo él entendía el humor».

Breve y genial
Antoni Guiral acaba de publicar «El universo de Ibáñez» (Ediciones B), la primera monografía dedicada al creador de Mortadelo y Filemón. Un volumen que reúne una selección de las historietas y los personajes más conocidos del dibujante para ofrecernos una panorámica de su trabajo, de su evolución creativa y de una obra breve, genial, a veces, mal conocida, pero en la que destacó, desde muy temprano su talento. «Una de las mayores aportaciones de Ibáñez es su manera de enlazar un gag con el siguiente. No aguarda al chiste final. Lo busca desde la primera viñeta, de manera paralela a la acción, lo que incrementa esa sensación humorística a lo largo de la historieta». Este sería uno de los valores de Ibáñez. Otro sería su capacidad de insertarlos con naturalidad, sin forzar el curso del relato y ese humor peculiar, en ocasiones surrealista, que le ha dado parte de su personalidad. «Sobre todo asoma cuando se siente más libre, por ejemplo, en la primera época de Rompetechos. Pero este rasgo es heredado, aunque él lo lleva mucho más allá, lo estira y lo estrecha como a sus personajes». Entre sus capacidades narrativas sobresale la elección adecuada de «los mejores planos para poder pasar de una viñeta a otra. Y eso no es nada fácil. él desarrolla una acción  y un lenguaje que son muy rápidos». ¿Pero cuáles son las influencias que han inspirado a Ibáñez? ¿Quiénes han sido sus maestros? Las fuentes para Guiral son claras: «Hay algo que él siempre ha reconocido: el cine mudo. Le ha ayudado mucho. Por ejemplo en la forma   en que entran y salen los personajes. Pero también aprendió mucho de la primera escuela de Bruguera, de las revistas “Pulgarcito” y “DDT”, y de la calle. Es de ahí de donde ha tomado el lenguaje popular que aparece en sus historias. Lo ha reflejado muy bien y eso ha sido uno de los motivos de que él conectara tan bien con el público a lo largo de tantos años». 

Pero, sin duda, hay un nombre que destaca en la formación y el desarrollo de Ibáñez: el dibujante Manuel Vázquez, del que ahora se está rodando una película con Santiago Segura como protagonista: «Ha sido uno de los mejores historietistas que ha habido en España. Ibáñez tuvo que continuar algunas de sus series, y tuvo que seguir su estilo. De hecho, se dice que el vecino que vive en la azotea de “13, Rue del Percebe”, de Ibáñez, está basado en Vázquez... Es cierto que ahora él no es tan conocido. Es porque nunca fue un dibujante regular. Aparecía y desaparecía. Pero, aunque a muchos no les suena, todos se acuerdan de la Familia Cebolleta o de las Hermanas Gilda. Espero que el filme lo recupere». 


Ibáñez ha lidiado con el dibujo y los encargos pero también con la censura que existía entonces. «Él trataba de burlarla dentro de unos límites –cuenta Guiral–. Sabía lo que podía y no podía hacer. En las propias revistas había una autocensura. Era una especie de juego del gato y el ratón». Cuando desapareció, emergió todo la ironía de un creador con un sentido burlón de la vida. «A partir de la reanudación de la serie de “Rompetechos”, el único personaje que ha retomado, porque es por el que siente más cariño –él cree que tiene algo de Rompetechos–, no existe nadie sagrado. Y, de hecho, ha recibido quejas por eso. Se ha vuelto muy mordaz y, encima, tiene cierta facilidad para conectar con el humor popular, con el de la calle».



CÓMICS INCUNABLES



El archivo de la Editorial Bruguera guarda las populares creaciones de Francisco Ibáñez, Escobar, Jan y Víctor Mora, entre otros autores

En Parets del Vallès, en un polígono industrial cerca de Barcelona, se  encuentra lo más parecido a la más deseada de las cuevas de Alí Babá para los amantes del cómic, o mejor dicho, de los clásicos tebeos. Es aquí, en  un edificio propiedad del Grupo Z, donde se guardan los archivos y fondos de la mítica Editorial Bruguera, el sello que lanzó al estrellato a los personajes creados por Francisco Ibáñez, Jan, Josep Escobar, Manolo Vázquez, Víctor Mora y Ambrós, entre muchos otros.


En este archivo se guardan los incunables del mundo del tebeo. Entre ellos están colecciones prácticamente completas de publicaciones como «Tio Vivo»,  «Pulgarcito» o «DDT». En ellas aparecieron las primeras historietas de los agentes Mortadelo y Filemón cuando lo suyo era solamente una agencia de información, los hermanos Zipi y Zape, la cascarrabias de doña Urraca, las solteronas hermanas Gilda o el hambriento Carpanta. A ello se le suman otras publicaciones como las revistas que llevaron el nombre de algunos de estos personajes con todas sus derivaciones: «Mortadelo», «Super Mortadelo» o «Mortadelo Especial». También abundan las rarezas como la revista «Tintín», en la que se aparecieron, aunque de manera seriada, las aventuras del reportero creado por Hergé aparte de numerosas creaciones del cómic europeo, especialmente el belga como «Los Pitufos». 

 

El guerrero indio de Uderzo


Entre esas curiosidades, aunque francesa, cabe señalar un álbum que en su momento dedicó Bruguera a Umpah-pah, un guerrero indio creado por Uderzo y Gosciny, el mismo equipo creador del exitoso resistente galo Astérix.

Dentro de sus colecciones, Bruguera realizó un notable esfuerzo por la divulgación de los clásicos de la literatura de todos los tiempos. El archivo guarda una completa colección de las series «Novelas ilustradas» con la versión en viñetas de los textos de Verne, Salgari, Twain e incluso Cervantes. Igualmente, este sello también editó narrativa y en su serie Libro Amigo llegaron a publicarse desde «A sangre fría» de Truman Capote a «Ubú Rey» de Alfred Jarry pasando por «La arboleda perdida» de Alberti.




De lo que no queda ni rastro en el archivo de Bruguera es de los originales de los numerosos dibujantes que pasaron por el sello. Cuando la editorial cerró por suspensión de pagos en 1986 y antes de que sus fondos fueron adquiridos por el Grupo Z –hecho que permitió la creación de Ediciones B–, muchas de las páginas ilustradas por Ibáñez, Raf o Escobar desaparecieron en extraños robos o fueron destruidas con trágicas consecuencias para la historia del cómic español. Algo de lo que sobrevivió a ese expolio fue salvado por la Fundación Gin, una entidad creada a instancias de Ediciones El Jueves y que suele mostrar esas obras en algunas de las exposiciones que celebra regularmente.

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