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¡CES'T L'AMOUR, C'EST LA VIE!

Pues si. ¡Es el amor, es la vida!.¡Oigsss, que romántico me siento hoy!. Bueno, pues hoy voy a contar a grandes rasgos lo que ha sido mi vida amorosa a lo largo de mi vida hasta el momento. No penséis que ésto va a ser como La Biblia y El Quijote juntos, más quisiera yo. Mi vida amorosa no ha sido muy allá. La verdad es que nunca he tenido novia digamos, formal. Si que he tenido mis "amigüitas" y tal, pero tampoco nada del otro jueves. Yo creo que si no fuera por mi timidez y mi despiste hubiera ligado bastante más. Timidez porque sólo pensar en hablar con una chica y me pongo como un flan, y despiste porque he tenido alguna vez alguna chica casi comiendo de mi mano y por no hacerla caso y centrar mi objetivo en otra que a posteriori pasó de mi como de la mierda, pues me quedé descompuesto y sin novia (y nunca mejor dicho). Yo me miro al espejo y no me veo ni más ni menos que nadie. Me veo un chaval bastante normal en todos los aspectos. Os voy a relatar mi vida sentimental, así que sentáos en el suelo alrededor de mi y escuchadme atentamente, como si fuera un abuelo Cebolleta.

Los primeros síntomas que me hicieron darme cuenta de que me gustaban las chicas fueron en Parvulitos, el primer año que empecé el colegio, con unos 4 años. Desde el primer momento me atrajo una chica llamada Noemí, pero no era una atracción pecaminosa, por supuesto, era una especie de amor-odio-amistad o algo así. En clase nos solíamos ayudar con la plastilina, las regletas de colores y demás historias, y luego en el recreo jugábamos juntos. Ella me tiraba arena, yo lloraba y tal, pero nos lo pasábamos bien. Con los años nos fuimos distanciando un poco, pero seguimos manteniendo cierta amistad. Cada uno fue encontrando su hueco dentro del microcosmos que es el colegio. Ella jugaba más con otras niñas y yo iba a mi bola, con todos y con nadie, como siempre he hecho. Cuando yo cursaba 5º conocí a una chica llamada Diana. Ella iba a 1º de E.G.B. A pesar de la diferencia de edad ella en cierta manera me gustaba, lo que no supe jamás es si yo la gustaba o era tan sólo una diversión para ella. La conocí durante una cambiada de cromos. A partir de entonces congeniamos y surgió una cierta amistad. La alegría duró poco y se fue del colegio porque se iba a vivir a Marbella. Muchas veces pienso que hubiera pasado si se hubiera quedado. ¿Tal vez hubiéramos llegado a algo, o me hubiera pasado como siempre, que cuando intentó interesarme por una chica automáticamente esa chica pasa de mi. Debo tener un imán para las chicas pero con los polos cambiados. Cuando una chica me parece indeferente, la atraigo, pero si muestro cierto interés por sus sentimientos hacia mi , la repelo como si apestara a mierda. No sé que tengo, o que no tengo. En fin. Pero lo más grande e intenso que me ha ocurrido hasta ahora en mi vida en cuanto amor, me ocurrió cuando cursaba 6º de E.G.B. Fue entonces cuando pude conocer más de cerca y a fondo a la que hasta ahora ha sido el amor de mi vida, Vanessa. Ya la conocía de haberla visto por el patio del colegio, siempre con sus amigas, pero nunca se me había ocurrido siquiera hablar con ella, y tampoco habíamos coincidido en ningún acto del colegio ni nada. La verdad es que la veía tan bella, tan impresionante, tan inalcanzable, que me conformaba con que fuera tan sólo un amor platónico. Pero el momento clave ocurrió en la fiesta fin de curso de cuando yo cursé 7º. En esa fiesta ella actuaba junto con sus amigas haciendo un baile sobre patines. Estaba bellísima y bailó realmente bien, con un toque sexy que yo me estaba derritiendo según la estaba viendo. Lo genial es que ella no paraba de mirarme en todo el rato. ¿Realmente estaba surgiendo una química en ese momento crucial?. ¿ Que astros se habían alineado para un momento tan mágico?. Pues no lo sé, pero yo estaba alucinando. Una vez terminó su actuación, se fue a cambiar y al prato salió y se sentó con sus amigas en nas sillas que casualmente estaban justo enfrente mío. En todo el rato hasta que terminó la fiesta no paraba de mirarme y de cuchichear con sus amigas. Yo estaba realmente nervioso. A lo mejor estaban hablando de que realmente le gustaba, o pudiera ser que lo que estuvieran haciendo es criticarme vilmente y fuera una falsa alarma de amor como tantas otras veces me había pasado. Al terminar la fiesta me dispuse a marcharme. De repente, en una décima de segundo ya se habían marchado ellas también. Miré a todos lados pero no las ví. Me dirigí hacia la puerta del colegio y cuando ya iba a salir, de repente aparecieron como por arte de magia Vanessa y sus amigas. Se me quedaron mirando fijamente y yo me aparté para dejarlas pasar amablemente, como es normal en mi, y ellas sin apartar la vista de mi, salieron. A continuación salí yo y tímidamente me marché mientras ellas se quedaron allí mirándome. ¿Exactamente que signicaba todo esto?.¿Era una prueba que me habían preparado para ver si era un chico amable y educado, o simplemente lo que querían era verme físicamente más de cerca?. No lo sé ni nunca lo sabré. Al comienzo del siguiente curso, que ya iba a ser mi último año en el colegio, nos tocó a mi clase y a la suya en el mismo pasillo, a pesar de ser ella de un curso anterior, pero por falta de espacio lo hicieron así, por lo que coincidíamos muchísimo: al entrar por la mañana, al salir al recreo, al regresar, al salir por la mediodía,...Siempre. Tras dos meses del curso entre miraditas y cuchicheos surgió la ocasión. Los chicos de su clase y los de la mía organizaron un partidillo de fútbol en el patio. Yo como era bastante malillo me quedé en el banquillo y las chicas en general como no les gustaba el fútbol, unas se fueron a dar una vuelta, otras a jugar a la comba y esas cosas. Yo estaba más aburrido que un moñigo en el desierto, viendo como los de mi clase casualmente perdían, cuando de repente noté una presencia a mi lado (era Vanessa, por supuesto). Una presencia que olía a un perfume dulce y embriagador y que me susurró con una dulce voz: ¡Hola!. Y de esta manera tan tópica comenzó una conversación que se debía haber producido bastante tiempo atrás. Me sirvió esa conversación para dos cosas: Para pasar el partido más entretenido sentado en el duro cemento y, por supuesto, para entablar una amistad y conocer a una persona maravillosa. La relación con el tiempo se iba formalizando un poquillo, pero ella quería un poquito de libertad para salir también con sus amigas. Yo accedí sin problemas.Así estuvimos el resto del curso: Ni contigo ni sin ti, tonteando y tal. Más rápido de lo que hubiéramos querido llegó Junio y con él el fin del curso. Se celebró como es costumbre la Fiesta Fin de Curso, y como es costumbre también al curso que termina se le hace una especie de despedida. Así fue y así ocurrió, todo muy bonito, muy emocionante, y tal. Nada más terminar la fiesta estábamos los de mi clase allí charlando un poco, apurando los últimos momentos, cuando de repente llegó Vanessa por detrás, me cogió del brazo y me dijo que si podíamos hablar un momento. Nos fuimos a un lugar un poco más tranquilo y solitario. Me contó que la daba mucha pena que no nos pudiéramos ver el año que viene , que la iba a olvidar porque iba a conocer a más chicas en el instituto y no sé que más historias. Yo la intenté calmar y la dije que todos los Viernes nos podríamos ver, por que yo no tenía instituto los Viernes por la tarde y que no dijera tonterías porque no la podría olvidar nunca. Yo soy muy tímido, sobre todo para estas cosas del amor, pero fue algo que me salió del corazón. Entonces ocurrió lo que llevaba deseando muchísimo tiempo, pero que no me esperaba en ese momento: Me dió un beso en la boca. Mi primer beso. Fue muy corto, o al menos se me hizo muy corto, pero fue muy intenso y bonito. Después nos abrazamos, y en ese momento aparecieron las amigas. Nos despedimos y nos fuimos cada uno por su lado. Pero como prometí, el siguiente curso, cada Viernes regresaba al colegio para verla y charlar un rato. También solíamos quedar algún fin de semana, pero siempre estaba entre sus amigas o yo, ese era el mayor obstáculo. Pasó el curso, su último curso en el colegio, por lo que en la Fiesta Fin de Curso la tocó recibir la despedida acostumbrada. Yo, como no, fuí a verla. Tenía una sensación muy rara en mi interior, pues sentía que esa si que podría ser de las últimas veces que nos viéramos. Ella curiosamente se mostraba más positiva. Pasó el Verano y comenzó el siguiente curso, cada uno en su correspondiente instituto. Nos llamábamos y nos veíamos de vez en cuando, pero con el tiempo la relación se fue enfriando cada vez más. Dicen lo de que la distancia hace el olvido. Yo creo que la distancia enfría las pasiones, pero no puedes olvidar tan facilmente a una persona a la que has querido. Pasados algunos años me la he vuelto a encontrar alguna vez por el barrio, en el Metro, más sofisticada y preciosa aún. Nos hemos saludado, hemos charlado brevemente y poco más, entre otras cosas porque ella tiene novio. La verdad es que cuando me lo contó me jodió, pero en fin, que sea feliz, nada más. La recordaré siempre con mucho cariño.

La primera y hasta ahora única vez que he llegado a tener sexo con una chica, fue cuando tenía 17 o 18 años, en Verano, en el pueblo donde vamos a veranear. Fue con una chica de la que no recuerdo el nombre, pero creo que era inglesa. Creo que tenía un par de años menos que yo. Resulta que su familia había comprado una casa en el pueblo e iba a veranear allí. La chica se juntaba algunas veces con los de mi panda, pero no mucho, porque sus padres la tenían bastante superprotegida. El tema ocurrió en las fiestas del pueblo, a altas horas de la madrugada, cuando el ambiente estaba ya caldeado y la gente iba un poco perjudicada. Los de la panda hicimos una especie de botellón en un prado escondido, y la chica decidió apuntarse. La verdad es que bebió un poco bastante. Yo no tomé alcohol, sólo dos Coca-Colas. El caso es que a la chica le dió por tontear conmigo, a darme besitos y demás. Me preguntó si quería que fuéramos a dar una vuelta y yo la dije que si. Nos fuimos a un prado un poco apartado y nos sentamos en la hierba. Entonces ocurrió la cosa. Nos enrollamos y luego hicimos el amor con un condón, por supuesto, que "casualmente" llevaba ella en el bolsillo de su pantalón. No me preguntéis de donde lo sacó o como lo consiguió. La verdad es que por lo que recuerdo fue una cosa muy rápida y fortuita. Yo estaba bastante nervioso y ella como una cuba, tampoco podías pedir peras al olmo, aunque la verdad es que la chica estaba bastante bien. Ocurrido todo esto, volvimos con la panda como si nada hubiera ocurrido. Al día siguiente la pregunté con bastante tacto que si se acordaba de algo de la noche anterior. Cuando la hablé del "tema" que hubo entre ella y yo, se lo tomó casi a pitorreo y se medio enfadó. Los siguientes días aunque se venía a veces con la panda, me intentaba evitar y apenas me hablaba. Llegaba la hora de volver a la "civilización" y la familia se disponía a regresar a Inglaterra, que es de donde venían. La chica se despidió toda la panda, pero cuando llegó a mi, me miró fijamente a los ojos y luego me dió dos besos. Ella intentaba que esa despedida fuera de lo más normal, pero en el fondo sabía lo que sentía hacia mi y recordaba perfectamente lo que había pasado entre nosotros. Al poco tiempo me enteré que la familia había vendido la casa y que, por supuesto, no iban a volver más. Así que otra más que añadir a mi lista de amores que se van así como así.

En el primer año que estuve en el instituto le fuí totalmente fiel a Vanessa, pero el segundo, como ya sabía que lo nuestro no iba muy allá, empecé a fijarme en una chica del "insti", llamada Carolina. La chica estaba muy bien pero era bastante "pijilla" y me veía como a un "friki" más que como a otra cosa. No es que me diera de lado, de hecho estuvimos sentados uno detrás del otro durante todo el curso y nos ayudábamos en los deberes y tal, pero no acababa de fiarse de mi. Además la gustaba coquetear "bastantito" con los chicos y a mi eso no me acabó de molar, por lo que desistí pronto.

No volví a sentir la llamada del amor hasta que me apunté a la academia de peluquería. Allí conocí a Eva. Era lo que se dice físicamente rompedora. Llamaba la atención bastante, pero luego se mostraba bastante simpática y sencilla. Enseguida la chica se fijó en mi, no sé por qué. A mi al principio no me llamó excesivamente la atención, pero pronto ella sacó todo su armamento para que me fijara, si o si. Empezábamos a hablar como quién no quiere la cosa. Luego se fue tomando confianzas y me acariciaba, me abrazaba, me daba besitos... Yo la verdad es que estaba empezando a caer en su red. Cada vez que la veía me sentía feliz. Pero la felicidad duró poco, porque me enteré que tanto rollo era una burda y cruel estrategia para reirse de mi, porque me veían tímido. Al instante abrí los ojos y pasé de ella absolutamente. Aunque ella quería seguir el juego, yo no la daba ya ninguna oportunidad. Al poco tiempo me enteré que estaba enrollada con el profesor, lo que me confirmaba definitivamente que era una "trepa", fría, calculadora...y bastante putón. La chica sabía utilizar su físico a su antojo y no tenía ningún tipo de escrúpulo.
Al poco tiempo entraron tres chicas a la vez, entre ellas una llamada Carolina. Esta me llamó la atención al instante. Era relamente preciosa. Yo intentaba acercarme a ella, charlar y tal, pero no me hacía el más mínimo caso. Huía de mi como de la peste, apenas me hablaba y cuando coincidíamos en el Metro miraba para otro lado y ni me saludaba. No sé si es que no la caía bien desde el principio, o no sé que leches tenía contra mi, pero fue un calabazón en toda regla.

También tuve mis historias más "exóticas" en el Metro y en la Fnac. Os voy a contar.
Esta según vino se fué. Fue una historia un poco rara pero muy bonita. Durante dos meses, más o menos, cada día, por la mañana, por la mediodía, por la tarde y por la noche, irremisiblemente, coincidía con una chica en el Metro. Era guapísima. Cada vez que entraba en el vagón, allí estaba ella, mirándome fija pero tímidamente y medio sonriéndome. Al principio no le daba mayor importancia, pero con el paso de los días empecé a fijarme más en ella. Da igual que estuviera en la otra punta del vagón o que hubiera mucha gente. Los dos nos buscábamos mutuamente con la mirada. A veces ella estaba de pié, otras sentada, pero me miraba y me sonreía. A veces de frente, otras a través del cristal del vagón, pero siempre me miraba. Yo también decidí entrar en su juego de seducción. Nos mirábamos y nos sonreíamos tímidamente. Nunca me habló ni me dijo su nombre ni nada, pero su sóla mirada y su presencia eran un bálsamo para mi en el duro y monótono día a día. Si yo hubiera querido, podría haberme cambiado de vagón cualquier día, o retrasarme en coger el Metro, o cualquier cosa, pero no quería. Sólo quería verla. Y tal como vino se fué. Dejamos de coincidir un día y ya no la volví a a ver más.
Otra historia me ocurrió con una cajera de la FNAC de Callao. Solía ir casi todos los días a mirar cosas, a comprar y tal. Un día que compré algo que no me acuerdo, me dirigí hacia la caja cuando allí estaba ella. Era guapísima. Me miró y me sonrió. Me atendió con una amabilidad y una simpatía exquisitas y cuando me dió la bolsa con el artículo me dijo: Que lo disfrutes y hasta pronto. Y yo me quedé flipando. ¡Que maja y que todo!. Con lo bordes que suelen ser las cajeras en general. Los siguientes días iba a dar mi paseo habitual, y siempre que me veía, me sonreía. Yo como buen caballero le devolvía la sonrisa. Con el paso del tiempo y de vernos todos los días, había veces que si coincidía y no estaba muy ocupada me saludaba. Incluso algunas veces cuando compraba algo, me decía: Pues este está muy bien. Te recomiendo este otro que por lo visto también mola y tal. O sea, me daba su opinión y me hacía recomendaciones. Si ella hubiera querido me podría haber tratado como a uno más y atenderme sin hacerme ningún comentario ni nada, pero conmigo se mostraba muy maja. Tal vez yo estaba confundiendo también la simpatía con otras cosas, pero me gusta pensar que no. Un día, de repente, ya no la volví a ver. No sé si es que se la acabó el contrato o se marchó ella porque si, pero no supe más de ella.

Y la última hasta el momento y más extraña aún si cabe es la de Carolina (tengo fijación con las Carolinas), la amiga de mi hermana y de su novio, y que como ya conoceréis la historia pues no os la vuelvo a contar. Así que ahora mismo estoy solito y a la búsqueda del amor. Si no de una estabilidad si de un cariño, que no se me vaya de un día para otro, como tantas veces me ha pasado, porque la verdad es que me siento un poco desengañado con respecto al amor, pero no pierdo la esperanza de encontrar algún día una chica que merezca la pena y no me abandone. Esto es todo, y pá que más, si no hay más. Que más quisiera que mi vida sentimental tuviera más chicha. En fin, un abrazo y hasta la próxima entrega de mis paranoias y mis idas de pelota. Adiox.
Chicas, chicas, chicas. Ni con ellas ni sin ellas.

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