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¡HIPS!...TORIAS ( LA TRILOGIA SE CIERRA)

Tras disfrutar anteriormente de géneros tan distintos y a la vez tan interesantes como el humor negro y la ciencia-ficción, hoy vamos con dos historias de terror puro y duro, en ocasiones rozando el "gore". Vamos a ello, ¿o.k?.

SONIDOS DEL SILENCIO

Esta historia tiene su propia y curiosa historia. Era una calurosa tarde de Agosto, y estábamos en el pueblo de vacaciones. Era la hora de la siesta y estábamos todos "reposando la comida". Yo estaba en mi habitación tumbado en la cama y a la vez escuchando la radio, cuando de repente, en un programa de estos típicos del verano, salió el propio e inimitable Anthony Blake contando una historia de terror. He de reconocer que la contó tan bien y la ambientación que pusieron era tan buena, que me entró un poquillo de "cague". Me impactó tanto la historia que en cuanto me levanté me puse a transcribirla, y aquí tenéis el resultado.

" Esta historia está basada en un hecho real.

En un pueblecito perdido de la sierra castellana, vivía un hombre llamado Zoilo.
Los niños se burlaban de él, ya que era tuerto y tenía una notable cojera. La gente adulta contaba de él que no era una persona de fiar, y nunca, o casi nunca hablaba con nadie. Vivía en una vieja cabaña al lado del río, donde no solía ir nadie, sólo el. Era la típica persona que allá donde vas, te la encuentras, aunque no te diga nada. Una tarde Marzo, alguien, que fue a su casa, le encontró muerto plácidamente, sentado en un sillón y con un libro abierto entre las manos. La noticia corrió por el pueblo como la pólvora. No tanto porque el hombre hubiera muerto, sino porque murió mientras leía, y la gente del pueblo no tenía noticia de que supiera escribir o leer.

A los tres o cuatro meses, ya en verano, los veraneantes empezaban a llegar al pueblo. David era uno de ellos. En cuanto llegaron, su abuelo le contó el fallecimiento de Zoilo. El chaval quedó sorprendido. Aquella noche, los chavales quedaron para charlar donde tenían por costumbre, en la parte trasera de la iglesia del pueblo, en la escalera que daba al campanario.
David les contó lo de Zoilo. Entonces los chicos empezaron a recordar cuando se burlaban de él, las bromas pesadas que le hacían, cuando se marchaba dolido, cojeando, sin decir ni una palabra, pero maldiciendo en sus interiores. En ese momento, se empezaron a escuchar claramente ruidos provenientes del campanario. Eran como gritos y gemidos. Los chicos salieron corriendo como alma que lleva el diablo.

Tras unos días de ruidos contínuos que venían del campanario, el cura del pueblo decidió averiguar el porqué de esos gritos y gemidos. Aquella noche, el sacerdote se dispuso a desentrañar el misterio. Entró candil en mano en la iglesia, con las manos temblorosas, y se dispuso a iniciar la búsqueda. Tras horas y horas caminando por toda la iglesia, sin darse cuenta, se vió inmerso en la madrugada. Las fuerzas iban desfalleciendo y los nervios iban tensándose, cada vez más. Agotado el cura tras la vana búsqueda, pensó: "¡Un momento!. Aún queda sin mirar el campanario". Y se dirigió hacia él. Subió las escaleras perturbando el silencio infernal que reinaba con sus pasos y la débil luz del candil. Al llegaal final de la larga y estrecha escalera, se asomó, alumbró con el candil, y exclamó: ¡Dios santo!.

Al día siguiente, el abuelo de David le dijo a éste: ¿Quieres venir conmigo a la iglesia?, y el chico respondió: ¡De ninguna manera!. Yo no volveré a pisar nunca ese lugar fantasmal. El anciano dijo: ¡ No te preocupes, hijo!. El cura nos ha convocado a todo el pueblo en la Santa Casa, ya que nos va a desvelar el porqué de los ruidos.

Eran las siete de la tarde. La iglesia rebosaba de gente y el presbítero se preparaba para revelar el misterio de los ruidos: ¡Queridos feligreses!. Estamos aquí reunidos en esta tarde para revelaros el porqué de los ruidos que tanto nos atemorizaban. Se trataban de un búho y una lechuza que estaban anidando en el campanario. Entonces, la iglesia entera enmudeció. Unos gritos atemorizados provenían del campanario. Eran unos gritos que parecían pedir ayuda. Esta vez no podrían ser ni un búho ni una lechuza, ni nadie humano, ya que la puerta del campanario estaba cerrada a cal y canto. Parecía más bien una voz venida de ultratumba...

Estos sonidos extraños siguieron atormentando a este pequeño pueblo, pero sólo de vez en cuando. Es decir, sin fecha, hora, estación o algo concreto, sólo de vez en cuando. Además, a pesar de haber acudido a los mejores especialistas en el tema, de España y Estados Unidos, nadie supo decir o hacer algo concreto con respecto al fenómeno."

Y sin enrollarnos más, vamos con la segunda historia, titulada:

EL MOLINO ENCANTADO

Esta historia es enteramente mía, pero inspirada en el antiguo molino del pueblo donde vamos a veranear. Hace muchos años que dejó de funcionar, y se quedó para que se lo comiera la maleza, hasta que un hombre con su familia lo compró y lo arregló. Lo dejó muy bonito y tal, pero cuando pasas por allí cuando no hay nadie, te recorre un escalofrío inevitablemente, por lo menos a mi me da un mal rollete. Seguro que es pura sugestión, pero es que el sitio tiene bemoles. En fin, vamos al tostadero. Lo váis a flipar.

" Se dice sobre este misterioso molino de agua que, hace muchos años era un lugar muy transitado por las gentes del pueblo, e incluso de otros pueblos vecinos, que llevaban a moler el trigo para poder alimentar a sus familias y sus ganados. La familia que vivía allí y regentaba el molino era de las más importantes y queridas de la comarca. El molino funcionaba día y noche, y siempre perfectamente. Era un lugar muy agradable para todos hasta que la familia falleció en el mismo molino en circunstancias muy extrañas. No quedó ni uno. Se rumorea que el padre fue encontrado entre las ruedas del molino, absolutamente destrozado. La esposa aparecía en el río que hacía que se moviera el engranaje del molino, aproximadamente cien metros más hacia abajo, seguramente arrastrada por el gran caudal que llevaba el río en la época en que ocurrieron los hechos, allá por finales del invierno. Costó mucho encontrarla, pues se encontraba en un rincón en forma de ciénaga, boca abajo en el fondo, cubierta enteramente de barro y hierbas sucias. Cuando se la limpió el barro, se pudo comprobar que tenía la cara totalmente desfigurada y el cuerpo acribillado a golpes, tal vez prodicidos por los choques contra las puntiagudas piedras que conformaban el río, y por la erosión del agua. El matrimonio tenía dos hijos que también fueron encontrados sin vida, en el interior de la casa. Al parecer, la hija, que tenía unos 16 años, estaba cocinando algo, cuando su hermano pequeño, de uns 14 años, salió de ducharse, evidentemente todavía con el cuerpo húmedo, y al dar el contacto de la luz se produjo un cortocircuito, con lo cual el niño se electrocutó, y se formó un fuego que al llegar a la cocina, a causa del gas, provocó una gran explosión, que produjo la rotura de una tubería por la que pasaba el agua de la presa a las ruedas y luego al río, por lo que se inundó toda la casa. Así que no se sabe si murieron electricutados, o calcinados por el fuego, o intoxicados por el gas, o ahogados por el agua, pero aquello fue un espectáculo dantesco. De la madre y de los hijos se pudo recuperar más o menos los cuerpos enteros, pero del padre, la muerte más misteriosa e ilógica, tan sólo se pudieron recuperar algunos huesos y vísceras, puesto que las ruedas del molino no habían dejado prácticamente nada servible para que la policía investigara sobre ello, La explosión que se produjo se pudo oir desde el pueblo, aunque se encontraba a una buena distancia del molino. La alarma saltó y enseguida se personaron allí la policía, bomberos, ambulancias y gentes del pueblo, los cuales no tuvieron nada fácil el acceso al lugar, por lo irregular del terreno. Los periodistas de varios medios tampoco se hicieron esperar. Se celebraron los funerales entre gran tristeza puesto que, aunque no tenían más familiares, entre la gente de la comarca eran muy queridos. El lugar de la catástrofe fue arreglado por lo menos para que el molino siguiera en marcha y no se quedaran sin él la gente que pudiera necesitarlo. Se siguió hablando del tema durante un tiempo, pero como casi todo, se fue quedando en un hecho más que, desgraciadamente ocurrió. Hasta que diez años después, el molino estaba empezando a deteriorarse muy seriamente, puesto que la gente ya no lo usaba, ya que resultaba más fácil comprar sacos de trigo molido que moler el cereal.

Un hombre importante de negocios, proveniente de Nueva York, que buscaba un lugar tranquilo y solitario para descansar, decidió comprar el lugar donde estaba el molino, pues le resultaba un lugar ideal. Lo reconstruyó dándole un toque nuevo, pero al estilo rústico antiguo, con la pardel molino renovada, aunque no funcionara, ya que no caía agua por la presa porque fue taponada y el cauce del río volvió a a su ser natural. Por supuesto, el hombre no sabía nada del trágico pasado que tuvo aquel lugar, y tampoco nadie le dijo nada, ya que enseguida cayó bien entre la gente del pueblo, mostrándose como un hombre que aunque le gustara la tranquilidad, no dudaba en interesarse en las cosas del pueblo y accesible y simpático con las personas, por lo que la gente no vacilaba a la hora de ayudarle, tanto en la construcción del lugar como con ideas, para que se pareciera lo más posible al molino original, que era lo que pretendía él. Al final quedó un lugar precioso. Se trajo consigo dos guardaespaldas que parecían muy serios ya que hacían continuamente su trabajo, pero si se les daba conversación, se descubría que eran buena gente. Por lo que contaba el hombre, resulta que estaba separado y tenía dos hijos, los dos varones y además gemelos, de unos 12 años, que habían decidido quedarse en Nueva York con la madre. El hombre era español, pero había vivido muchos años en Nueva York, llegando a formar familia. Tras unos años felices, por cuestiones de trabajo le destinaron a España, y todo más o menos bien, hasta que unos meses después se enteró de que su mujer había empezado a salir con otro y quería separarse de él y quedarse con los niños. Tras mucho sufrimiento y papeleos, consiguieron la separación. Entonces se prometió que preferiría vivir sólo un buen tiempo antes de volver a enamorarse. Pero al mes de empezar a vivir en la nueva casa, la abandonó recogiendo todas sus pertenencias y jurando que ese lugar estaba maldito. Contaba horrorizado historias que él y sus propios guardaespaldas habían vivido. Contaba que por las noches se oían ruidos extraños, como si el molino hubiera vuelto a funcionar, como si las pesadas ruedas de piedra volvieran a girar como antaño. También oía gritos y gemidos tan claramente que parecía que estaban al lado suyo. Para nada podía achacarlo al viento o cosas así, porque se notaba que eran voces, pero no humanas, más bien espectrales. También ocurrían hechos durante el día, como cosas que se cambiaban de sitio o que desaparecían para volver a aparecer en los lugares más insospechados sin que nadie se percatase de nada, o estar en el jardín y mirar a las ventanas de la casa y ver que se han cerrado las cortinas como si alguien estuviera observando, o al dar el contacto de la luz que saltaran chispas o que se marchara la corriente eléctrica durante unos minutos, o que al abrir la llave del agua del lavabo o de la ducha saliera el agua o abrasadoramente caliente o heladoramente fría. Estos hechos fueron puestos en oidos de electricistas y fontaneros en más de una ocasión, pero ninguno encontraba ninguna avería en ningún sitio. Asi, ocurrieron hechos de este tipo pero sin mayor importancia, hasta que dos días antes de anunciar que se marchaba, pudo ver junto a sus guardaespaldas lo más horroroso y terrorífico que nunca pudo imaginar. Eran sobre las cuatro de la mañana, cuando volvía en su coche de las fiestas del pueblo, que eran esa misma noche. Conducía uno de sus guardaespaldas el flamante y potente coche que poseía, cuando al parar el auto pudieron oir claramente el ruido del molino funcionando. Dejaron el coche y en vez de ir hacia la entrada principal fueron hacia la parte de atrás del edificio, que es donde estaba el molino y daba al río. Allí vieron lo peor: La familia al completo, tal y como habían muerto, es decir: la madre mojada, con la cara deformada llena de golpes, igual que el cuerpo, lleno de yagas gangrenadas y las ropas raídas y llenas de barro; los niños con las ropas y el cuerpo todo carbonizados y mojados a la vez, con los pelos erizados como púas y con los ojos rojos y llenos de sufromiento; y el padre, con la cabeza totalmente aplastada, medio cerebro fuera y los ojos literalmente colgando, con un brazo roto hasta la altura del hombre y el otro hasta el codo, igual que las piernas, con los huesos sobresaliendo por fuera, y el tórax totalmente quebrado y las vísceras saliendo y colgando por entre la ropa hecha trizas. Allí estaban todos. La madre ayudando al padre en el molino y los niños jugando por el jardín, como en vida, pero con un tono macabro. El hombre lo primero que pensó es que eran gamberros del pueblo con unos disfraces muy buenos, así que cogió un palo y se lo tiró al padre, pero cuando vió que el palo le atravesaba como si fuera humo y toda la familia se volvió amenazadora hacia el hombre y sus guardaespaldas, la cosa se tornó difícil. El padre cogió un hacha que había clavada en un tronco, arrancándola con una mano con una facilidad pasmosa. La madre cogió una barra de hierro que terminaba en un pincho afiladísimo, al tiempo que proferían gritos y aullidos mientras decían:¡Fuera de nuestra casa, gamberros!. ¡Fuera de nuestro hogar!. Sonidos fantasmales que helaban la sangre al hombre y sus guardaespaldas mientras huían despavoridos hacia el coche. Durante la frenética huida uno de los guardaespaldas fue herido en un brazo por el hacha del padre, sangrando en abundancia y evidenciando que todo aquello era muy real. Subieron al coche de manera alocada y justo cuando arrancó el vehículo, el pincho que portaba la madre impactó tremendamente contra el cristal del conductor, y eso que era cristal blindado. El conductor sufrió pequeñas heridas por cortes de cristal en la cara y las manos, mientras que el hombre estaba en el asiento de atrás intentando cortar la hemorragia al otro guardaespaldas. Mientras escapaban raudos, podían ver como los diabólicos niños les hacían burla y los padres levantaban amenazadores sus armas. Al llegar al pueblo, toda la gente se quedó estupefacta de como estaba el coche y los guardaespaldas. El hombre estaba en un estado de shock y nervios que le impedía articular una sílaba. Estuvieron allçi un rato curándoles e intentando que se tranquilizaran y contaran qué había pasado mientras llamaban a una ambulancia para que les curara mejor. A la mañana siguiente, ya curados y más calmados, y tras estar sin pegar ojo en toda la noche, el hombre llamó a través de su móvil a un camión de mudanzas, puesto que ya había decidido que se iba. Que le pesaba mucho haberse gastado tanto dinero en levantar la casa para no disfrutarla nada. Eso si, por más que le preguntaban el porqué de su marcha, sólo acertaba a decir:¡Cosas de la vida!. Un día vas, otro vienes... Pero no soltaba prenda, aunque todos sabían que lo del coche, las heridas y los shocks nerviosos era por algo más. Mucho más, diría yo. Así, hacia el mediodía el camión de mudanzas llegó, y antes del anochecer ya estaban todos los muebles y demás cargados. Antes de irse, se despidió de todos con tristeza, agradeciendo la hospitalidad y el buen trato para con él y sus guardaespaldas. Se subieron al coche y se fueron, mientras el camión de mudanzas iba tras ellos. Así, pasó el tiempo y el pueblo fue prograsando y yendo a mejor, mientras que nadie quería saber nada, ni acercarse al molino. Así, se fue deteriorando cada vez más y más, hasta que se derrumbó, y las ramas y la maleza taparon por completo el camino. Todas las paredes del edificio caído se llenaron también de malas hierbas y las ruinas sievieron de refugio a las alimañas y se convirtió en un lugar totalmente impenetrable, pero por fin pudieron estar en paz por toda la eternidas, en su hogar, la familia del molino."

¿Os ha molado?. S i contestáis que si, pues me alegro, y si contestáis que no, pues me alegro también. Esto es todo por hoy. Adios, peña.


















Dos dibujos acojonantes para dar ambientillo.

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