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 TRANSCRITO DEL DIARIO ADN

Héroes, villanos y 'cazanazis'

Superman contra Hitler: los autores más influyentes del cómic fueron judíos y ajustaron cuentas con los nazis en sus viñetas, como muestra una exposición en el Museo Judío de Berlín | Versión de la edición impresa en PDF
 

Portada del cómic 'Superman' de 1944 donde el superhéroe lucha contra los Nazis (en concreto contra Goebels).


Joe Kavalier, el joven artista judío fugado de la Praga ocupada por los nazis, plantea como supercruzado de la justicia a una especie de mezcla entre un golem, mito judío moldeado a partir de arcilla a orillas del río Moldava, y Superman. El superhéroe de la novela de Michael Chabon, bautizado como El Escapista, acabará propinándole un fabuloso puñetazo al Führer.

El libro en cuestión, que ganó el Pulitzer en 2001, recrea el Nueva York de los años cuarenta. Es una ficción que retrata ficciones, las de las viñetas de superhéroes firmadas por artistas judíos que 'proliferaban en la época. "Para mí, ese Superman es ... Quizá...solamente un Gólem americano", se excusa el personaje de Joe cuando presenta el proyecto en la editorial.

Porque esos autores, en, la realidad, se sirvieron de personajes de ficción y calzoncillos ex- ternos para saldar cuentas con su doloroso pasado. De eso, y de otras cosas, habla la exposición Heroes, Freaks and Super-Rabbis. The Jewish Dimension of Comic Art, abierta ahora en el Museo Judío de Berlín.

Matar el miedo
Desde la mamá rebiosa que venga a su hijo policía negro en Los surfistas nazis deben morir hasta la joven francesa judía que incendia la sala, con Hitler dentro, en Malditos bastardos, de Quentin Tarantino. Los ajustes de cuentas explícitos del cine posterior arrancaron mucho antes en el imaginario de los tebeos. Tanto en las tiras de los diarios, como en el nacimiento de los comicbooks o, mucho después, en el de la novela gráfica.

Los inicios de todos los géneros fueron visionados primero por artistas judíos, pero quizás hay una escena de cómic que ilustra como pocas el desquite judío.


El 27 de febrero de 1940 se publicaba, incluso antes de la entrada de EE UU en el conflicto, la historieta How Superman would end the war.

El Hombre de Acero se adelantaba meses a lo que querrían hacer luego sus compatriotas mortales e incluso algunos aguerridos jueces: viajar a Europa, trincar primero a Hitler por la pechera, llevárselo volando al encuentro de Stalin y luego facturar a los dos por el aire. ¿Destino del vuelo? Ginebra. Allí presentarlos ante la Sociedad de Naciones -proto- ONU-para que los juzgaran.

Lo mejor fue, un par de meses después, la reacción de la revista semanal de la SS, que tildaba al creador del personaje, Jerry Siegel, de "intelectual y físicamente circuncidado". El superhombre no se libraba de la chanza: el artículo insinuaba que la Sociedad de Naciones nunca habría aceptado a un hombre en traje de baño en su toma de decisiones. La anécdota da la dimensión de la importancia que estas historietas tenían en la cultura popular estadounidense, pero también los tentáculos que ésta tendía hacia el resto del mundo.

Otros campos de batalla
Si bien esos relatos se publicaban al tiempo que el nazismo seguía en el poder o que se libraba la Segunda Guerra Mundial, todo continuó hasta nuestros días. Los creadores de Superman, Batman o Los Cuatro Fantásticos eran judíos. Pero, como se expone en la muestra, con hasta 400 obras -200 de ellas originales-, todo llega hasta las novelas gráficas actuales, pasando por el tebeo underground de los años sesenta y setenta. De las ilustraciones satíricas de Robert Crumb - que hace poco recreó el Antiguo Testamento y siempre ha tratado la figura de Dios a su modo- hasta una de las obras que ha devorado incluso aquel lector que no ha comprado más de tres tebeos en su vida: Maus, de Art Spiegelman, sobre los campos de concentración nazis con unos judíos animalizados y dibujados como ratas, ganó el Premio Pulitzer en 1992.
Todo -y por tanto también la exposición- empezó con las tiras cómicas para periódicos de finales del siglo XIX. Sus creadores, judíos del Este de Europa como Milt Grosso Harr y Hersfield, eran algunas de las firmas más destacadas. A los pioneros de los años treinta siguió, justo después de la guerra, la inmigración masiva de judíos. Estos, incluso para soltar el lastre del estigma de sus raíces, americanizaron sus nombres y a sus propios personajes -el Capitán América, por ejemplo, nacería en 1941-. Al margen de tiras puramente propagandísticas, incluso otras revistas como MAD, típicamente estadounidenses aunque críticas, introdujeron términos yiddish y bromas sobre judíos -el personaje central de la revista, Alfred E. Neuman, aparece caracterizado de Adolf Hitler en la muestra-.

En la novela de Chabon, un personaje comenta: "No veo a Superman mezclado en política. Y eso que no me importaría ver a Hitler recibiendo una buena zurra". Esta exposición muestra cómo se equivoca ese personaje creado hace poco por un escritor de ascendencia judía, el propio Chabon, en una novela que repasa la historia del cómic. La estirpe y la lucha se perpetúa.

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